miércoles, 11 de abril de 2018

LA TORRE NEGRA

Muy buenas amigos, os traigo hoy una entrada algo peculiar, muchos de vosotros lo mismo ya leísteis algo de ello en Facebook, si me seguís, para otros será completamente nuevo. 

Esta entrada para mi es muy especial, ya que la mayor fue escrita por un seguidor, paisano y amigo al cual admiro un montón, él es Alfredo J. Venteo, al cual desde aquí, aún no se ni como darle las gracias por sus tres últimas publicaciones, en las cuales narra una serie de hechos históricos ocurrido en el paraje de la Torre Negra, situado en el pueblo de Senés (Almería), mi pueblo.

Desde pequeño, recorrí mil y una vez este paraje tan peculiar y ahora famoso, gracias a las historias de mi buen amigo, ya que desde mi niñez, obligado o no, iba a coger almendras, aceitunas, quemar ramas y labores varias del campo, ya que esas tierras eran de mi abuelo, que en paz descanse, siendo a su vez de sus padres y así sucesivamente hasta quizás las fechas en las que ocurren los hechos históricos que podréis leer mas adelante. A día de hoy esas tierras, sigo visitándolas muy a menudo por razones varias, seguimos recogiendo los frutos que nos da la tierra cada temporada, aunque aún sigo sin saber porque voy, ya que lo único que hago es renegar y renegar, ya que el campo esta muy bonito, pero para ir a pasar el día, no para currar, pero como bien decía mi abuelo -te vas a freír los huevos con agua-, jajajajaja, que grande, yo le decía siempre que los huevos cocidos o pasados por agua, estaban muy buenos, pero donde se ponga un huevo frito, que se quite todo lo demás; y la mas importante de todas y de la que muy poca gente sabe nada, y del que apenas hablo, mi padre almeriense de naturaleza y que por motivos laborales tuvo que recorrerse media España (País Vasco, Madrid, Valencia, Castellón, etc:), tras arribar de tierras valencianas, se asentó en el pueblo de Tabernas, donde puso la vista en un pequeño pueblo de la Sierra de Los Filabres, ese pueblo era Senés, supo escoger bien el jodio, ya que mejor pueblo no existe, allí surgió el amor, y años mas tarde llegue yo, jajajajaja, tal fue el amor por este bonito pueblo que, su último deseo fue, ser enterrado en tan bello lugar, yaciendo sus cenizas a los pies de un olivo, custodiando desde allí toda la Torre Negra, así que haceros una idea de lo cuán importante para mi es este lugar.

En fin, punto y aparte, que me entra la vena sentimental y no termino nunca. En esta ocasión, la moto la dejamos en casa, ni siquiera salió del garaje, es más, ni yo salí de mi casa, para que mentiros, todo el trabajo fue cosa de Alfredo, las fotografías y sobre todo las horas de lectura y estudio que tuvo que realizar para llegar a concluir su relato.

No os entretengo mas, y os dejo con ello, así que corto y pego su fantástica crónica, la cual te hará viajar en el tiempo al lugar de los hechos.

LA LEYENDA DE LA TORRE NEGRA

Hay en Senés (Almería) un Torreón medieval majestuoso y de impresionante porte. Es de planta cuadrada y piedra oscura, con anchos muros y evidencias de haber tenido varias alzadas de altura. Ya solo quedan las ruinas, y un entorno lleno de vestigios: era, noria, balsa y otras construcciones. Todo el conjunto tiene un evidente origen musulmán y debió ser erigido en torno al siglo XII ó XIII, como residencia de gentes muy poderosas. Está en un paraje, al que le da nombre: La Torre Negra en el municipio de Senés (Almería), en épocas pretéritas llamado Hisn Xenex.


Entre los vastos y oscuros muros de La Torre Negra aún pervive una leyenda, una fábula que impregna todos los alrededores de un halo de magia y misterio, que sobrecoge al visitante provocando desasosiego e intranquilidad, como una percepción de que alguien siguiera viviendo allí, a pesar de que este torreón puede llevar siglos derruido. Esa historia, que data del siglo XV, no está en los libros, pero ha viajado en el tiempo a través de las mentes de las personas que alguna vez han llegado a percibir la magia del lugar. Es mi caso, y he decidido contar los hechos según los he “percibido”, ya que son escasas las gentes que visitan ya Torre Negra y mucho me temo que esta emotiva historia se pueda perder para siempre. 

Haré un esfuerzo para transmitir los hechos con fidelidad, pero creo que solo visitando el lugar y meditando en él se puede llegar a sentir la intensidad de lo que allí sucedió hace 528 años.

El relato dice así:

“LA TORRE NEGRA: UN LUGAR IDÍLICO” 

Transcurren los últimos días del invierno del año 894 del calendario musulmán (1.489 del calendario cristiano) y un tibio sol bendice los privilegiados cultivos que crecen en Torre Asuad (Torre Negra), una almunia cercana a la villa de Hisn Xenex (Senés), distante una jornada a caballo de Almariyya (Almería). Los trigales alfombran de tonos verdes los llanos, y los almendros floridos cubren las laderas de un manto de nieve rosada. En la zona baja, en torno al torreón y la noria, medran frondosos los frutales, las higueras y las vides. Como una protección natural, una corona de montañas bajas y suaves amuralla todo el entorno, y en sus laderas pastan relajados los rebaños de ganado.


En Torre Negra habitan media docena de familias. Llevan una vida de humilde felicidad, ajenos a las tensiones y disputas que crispan los territorios de frontera con los cristianos. Viven del fruto de las tierras que cultivan, que son propiedad de un hombre muy rico y poderoso. Muy pocas veces viene por Torre Negra su dueño, y cuando lo hace permanece por poco tiempo aquí. Un día de meditación y una jornada de caza suele ser la estancia de “El Señor”, que es como le llaman las gentes del lugar, pues todos ignoran su identidad y su nombre. 

“El Señor” es alguien importante, de eso nadie tiene duda. Es alto, delgado y fuerte, tiene la tez y los ojos claros, con melena oscura y barba entrecana bien acicalada. Viste siempre de negro y cuero, lleva bruñidas armas al cinto y a su paso deja una perfumada estela a algalia y romero. Siempre viene escoltado de cuatro o cinco soldados fuertemente armados y se alojan en el Torreón, reservado en exclusiva para “El Señor” y su séquito. 

Es un hombre de pocas palabras, aunque de modales corteses. Saluda a todas las gentes del lugar pero solo habla con el capataz, un hombre bonachón llamado Khaled. 

Los lugareños especulan sobre quién será "El Señor". Algunos afirman que es el mismísimo Al Zagal, sultán de Almería y que también lo fue de Granada; otros dicen que es el infante de Almería, Yahya Al Nayar, cuñado del anterior; pero nadie lo sabe con certeza, ni siquiera Khaled, el encargado.

Khaled administra la finca con autonomía, y solo está obligado a entregar a “El Señor” una tercera parte de las rentas obtenidas y, por supuesto, recibir y agasajar al dueño y a sus invitados cada vez que vengan. Khaled, que vive holgadamente e incluso ha podido reunir unos modestos ahorros, tiene una hija llamada Rasha, una muchacha bella y tímida como un rayo de sol en invierno. Es menuda y delgada de talle, tiene la piel morena, los ojos enormes, oscuros y profundos y una boca pequeña con labios finos.

Rasha está enamorada de Yusuf, un joven huérfano al que suele ver cuando viene abrevar el ganado mientras ella lava ropas junto a la noria que hay bajo el Torreón. Rasha y Yusuf no han hablado nunca, pero muchas veces se han cruzado miradas y sonrisas llenas de mensajes. Ambos han hecho coincidir sus horas de ir a la noria y últimamente se ven a diario.

Yusuf es un muchacho de mediana estatura, de cuerpo fornido y cara redonda cubierta por una barba incipiente y cruzada por una sonrisa sincera; tiene el pelo castaño y alborotado. Es un magnífico jinete y es capaz de hacer filigranas sobre el lomo de un caballo; posee además una destreza sin par disparando con el arco.

Hoy, el joven ha cogido unas flores en el campo, las ha buscado en la colina más soleada, pues son las primeras de esta primavera recién nacida, y las trae a la noria para regalárselas a Rasha. Aprovechando que están a solas, se las entrega e intercambian unas palabras torpes y casi sin sentido. Al finalizar la inconexa conversación, el joven estampa un beso en la mejilla rosada de Rasha, y abandona el lugar apresurado. Nace así una historia de amor que mantienen en secreto durante meses, procurando furtivos encuentros en los que se van conociendo y amando cada vez con más intensidad.

Rasha es consciente de que su padre no va a tolerar esta relación, pues Yusuf es un huérfano sin recursos, y a buen seguro que para ella tendrá dispuesto un matrimonio de conveniencia.

“UN AMOR TALLADO EN PIEDRA”

Una tarde de principios de verano Yusuf llega apenado a su encuentro con Rasha. Le dice que ha venido “El Señor” y, tras verlo montar a caballo y disparar con el arco, le ha pedido que lo acompañe como su escolta personal a la guerra contra los cristianos, a defender una ciudad llamada Baza. 

– ¡No vayas!, te lo suplico. – Le implora la muchacha entre lágrimas. 

El joven le recuerda que cuando “El Señor” pide algo en realidad está dando una orden, no se puede negar. Además se siente obligado a ir a defender a su pueblo y a su religión frente al ataque de los enemigos.

Mañana es el día en que Yusuf tiene que partir, a la luz de la luna llena, espera inquiero sentado junto a la noria la llegada de su amada. Ella llega y sin mediar palabra se funden en un sentido abrazo de despedida junto al brocal de la noria. Sus lágrimas se juntan y caen al agua plateada, borrando el reflejo de sus caras. Ambos miran al agua y ven como sus figuras se hacen nítidas de nuevo. Sentados en el murete de la balsa, con las manos entrelazadas se prometen amor eterno y piden al cielo que les permita reencontrarse cuanto antes.

– Haré cuanto pueda para conseguir fortuna como soldado, así tu padre me aceptará; y te juro que he de volver antes de que la luna se llene diez veces.- Le dice Yusuf, mientras golpea nervioso con la punta de su daga en una losa plana hasta hacer una muesca redondeada.

– Que esta noche cuente como la primera de ellas. – Dice Rasha con una forzada sonrisa. – Cada luna llena nueva tallaré una marca en esta piedra como la que acabas de hacer tú.

– Toma mi daga, quédatela y con ella las haces. – Responde Yusuf, entregándole un tosco puñal.

Ambos levantan la cara al cielo y sus ojos rebosan lágrimas plateadas.

Tras la partida de Yusuf, Rasha queda triste y lánguida, nada llena el vacío de la ausencia de su amado. Cada una de las noches que hay luna, baja a la noria y puede ver el reflejo de la cara de Yusuf en el agua placida de la noria, incluso le habla en silencio, y obtiene respuesta, percibiendo las palabras de él. Este es su consuelo en ausencia de su amor, un consuelo que la mantiene con la ilusión de abrazarlo pronto. Cada vez que la luna se llena por completo, la joven talla una marca en la piedra, junto a la que hizo Yusuf, tal y como habían acordado. Ya ha hecho cuatro muescas.

Pasan los meses, y llega el crudo invierno a los parajes de Torre Negra. Hoy ha sido un día de intenso frío, cae la noche y la luna llena ocupa su trono en lo más elevado de firmamento. Rasha llega al borde de la noria y percibe que algo no va bien, esta noche no ve en el agua el reflejo de Yusuf como lo ha visto en los últimos meses. El agua está oscura y no le devuelve el brillo plateado de la luna. Siente un escalofrío y una sensación amarga. Sus lágrimas afloran y precipitan al agua.

La joven sigue viniendo cada noche a la noria, pero el agua sigue oscura y ya no le muestra la imagen de Yusuf, ni siquiera refleja la suya. El corazón de Rasha se va cristalizando y las huellas de la pena más profunda apagan su mirada; languidece con premura, como la luz de un atardecer de invierno. La tristeza le atenaza el pecho con una presión insoportable. La falta de noticias de Yusuf es un martirio.

Sabe que la guerra contra los cristianos ya terminó, ellos vencieron. Pero él no ha regresado. “No tiene familia, solo regresaría a Torre Negra por mí”. Se dice Rasha, pensando que pueda seguir vivo y haya decidido no volver, quizá por haber encontrado otro amor. No sabe que le resultaría más amargo, si su ausencia porque ya no la ame o que haya sido abatido en la guerra. Su vida se consume en la incertidumbre como hielo junto al fuego. Contempla las muescas en la piedra, mientras sus lágrimas caen sobre ellas hasta rebosarlas. Ya han pasado siete lunas.

La primavera ha regresado a Torre Negra, pero en el alma de Rasha continúa alojado el duro invierno de la tristeza y la melancolía. Esta noche habrá luna llena una vez más , la décima desde que se marchó Yusuf, y no ha regresado. Tras la cena, la joven abraza con profundo sentimiento a sus padres y a su hermano antes de salir a dar un paseo; es la despedida de su familia. Se dirige a la noria con pasos dubitativos, empuñando la daga con la que ha de hacer la décima marca. El tiempo prometido por su amado para regresar acaba esta noche, piensa mientras golpea sin fuerzas la piedra, en la que caen, una vez más, sus lágrimas hasta rebosar todas las muescas. Se asoma al brocal, sabiendo que el agua no le va a devolver ninguna imagen. “Hallaré bajo el agua el fin a este sufrimiento.” Piensa en silencio sintiendo los latidos debocados de su corazón, que parece querer escapar de su pecho. Se deja caer y mientras cae al fondo de la noria puede observar el reflejo de su cara… y la de Yusuf sobre la superficie plateada del agua.




“EL REGRESO”

Sobre un vistoso caballo blanco enjaezado con cueros repujados y adornos plateados, cabalga veloz un joven militar. La noche ha caído y la luna está alta cuando avista la llanura de Torre Negra. Tira de las riendas y el animal levanta las patas delanteras mientras relincha nervioso. Yusuf respira hondo, hace meses que abandonó este lugar para ir a la guerra y en él dejó una parte de su corazón: su amada Rasha. Está ansioso por abrazarla de nuevo y contarle los imperiosos motivos que le han impedido regresar antes. 

Yusuf ha sufrido mucho en la guerra, incluso cayó prisionero en manos cristianas. Sin embargo, después de todo, se siente muy afortunado. En todo este tiempo ha vivido situaciones muy peligrosas. En una escaramuza en el asedio a Baza, persiguió a un joven cristiano, hasta que le dio alcance y lo acorraló apuntándole al cuello con la ballesta. El cristiano aterrorizado, postrado de rodillas con la cara lívida como la cera y orinándose encima, le imploró que no lo matara; Yusuf le mantuvo la mirada unos instantes, bajó el arma, le perdonó la vida y lo dejó huir. 

Unos días después, volvió a participar en otra algarada sobre uno de los campamentos cristianos que sitiaban la ciudad, pero esta vez Yusuf resultó herido y apresado. Acabada la guerra, junto a otros prisioneros, fue traslado a las mazmorras del imponente castillo de la ciudad levantina de Villena. Tras varias semanas en un húmedo y oscuro presidio, el caballerizo de la fortaleza lo eligió para que le ayudara con los animales en una cacería que se organizaba a las fragosas montañas de la Sierra de Mariola. 

Uno de los nobles que disfrutaban de la cacería era el hijo del Marqués de Villena, que resultó ser el muchacho al que Yusuf había perdonado la vida en Baza. El joven cristiano, llamado Juan de Pacheco y Luna, en cuanto reconoció a su benefactor, ordenó que fuese liberado y le impuso el nombre cristiano de José de Salas (José por similitud con Yusuf y Salas en honor a la villa burgalesa de Salas de los Infantes, donde había nacido el noble cristiano). Entre Yusuf, ahora llamado José de Salas y el hijo del Marqués de Villena surgió una sincera amistad, llena de agradecimiento, pues se debían la vida mutuamente.

A petición de su amigo Juan, el joven musulmán se incorporó como escolta del Marqués. Aunque era solo un soldado, todos le llamaban jocosamente Capitán Salas, porque Yusuf afirmaba con rotundidad que cuando fue apresado en Baza ejercía como capitán al servicio del sultán Al Zagal. 

Acabadas las jornadas de caza, al regresar a Villena, Yusuf ruega a su amigo Juan de Pacheco que le conceda cinco días de licencia para ir a Hisn Xenex, necesita imperiosamente ver a su amada y que ella sepa de él. El permiso le es concedido de inmediato.

El militar llega presuroso a la noria de Torre Negra para abrevar su caballo, al que casi no ha dado descanso en todo el día. La luna ilumina el valle como si fuera de día. Mientras el animal hunde el hocico en el pilar de agua, el Capitán Salas percibe el brillo metálico de algo sobre el muro de la balsa. Es su puñal, está sobre una piedra plana, en la que hay talladas diez marcas, todas rebosantes de lágrimas, todavía cálidas. Sobre el brocal del pozo hay un pañuelo. El joven escucha ruidos y gritos desesperados en el interior de la noria, es Rasha. Sin pensarlo, se quita el cinturón con la espada y la capa y salta dentro del agua.

Aún no ha amanecido en Torre Negra, y todos los vecinos recorren barrancos y cañaverales, llamando a gritos a la joven hija del capataz, desaparecida esa misma noche. Alguien grita desde la noria. Ha encontrado su pañuelo, y junto a él una capa y un cinturón con una espada enfundada. Khaled, el padre de Rasha ordena a varios hombres que bajen al interior de la noria. Nada encuentran. Durante todo el día drenan por completo las aguas del pozo y la balsa, y algunos niños se internan con antorchas en las galerías. No hay rastro de la joven por ningún lugar.

A los pocos días Khaled toma la espada encontrada junto a la noria e intenta quitarse la vida con ella, apenado por la pérdida de su hija. El hermano de Rasha consigue arrebatarle el arma a tiempo y la oculta en algún lugar cercano al Torreón.

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Nada llegaron a saber los habitantes de Torre Negra de las vidas de Rasha y de Yusuf o Capitán Salas. Todos fueron obligados a abandonar el lugar cuando pasó a propiedad de un noble castellano llamado Juan Téllez Girón, Conde de Urueña, que trajo su propia gente para que se hiciera cargo de la finca.

Los padres de Rasha fallecieron poco tiempo después de la desaparición de su hija, consumidos por la pena y el dolor. El hermano, al quedar solo, se alistó en una expedición marítima a las tierras de un nuevo mundo descubierto al otro lado del inmenso océano, y de allí nunca regresó.

PERO…¿QUÉ PASO CON RASHA… Y CON YUSUF (CAPITÁN SALAS)?
Yusuf consiguió rescatar con vida del fondo de la noria a su amada Rasha. Esa misma noche, sabiendo de la imposibilidad de su amor con el consentimiento de la familia, ambos huyeron en dirección a Villena.

Juan de Pacheco y Luna, el amigo cristiano del Capitán Salas, murió muy joven, en 1.501 con solo 29 años, ostentando el título de Marqués de San Esteban de Gormaz (Soria), cargo que había heredado de su difunta madre. 

El Capitán Salas se casó con Rasha, que adoptó el nombre cristiano de María. Ambos vivieron algunos años en la ciudad de Villena, donde el joven alcanzó el grado de Capitán al servicio Diego López Pacheco, Marqués de Villena.

En 1.509, el Marqués de Villena que ostentaba en señorío las localidades almerienses de Tíjola y Serón, decidió enviar como alcaide de Serón al Capitán Salas, hombre de su máxima confianza. Allí se instalaron el militar y su esposa, donde vivieron hasta que, llegada su vejez, decidieron trasladarse al cercano municipio donde habían nacido, Hisn Xenex, en concreto a la finca de Torre Negra, la cual compraron con los ahorros de toda la vida al entonces propietario, un poderoso noble llamado Enrique Enríquez, que era Comendador Mayor de León, Almirante de Sicilia y Señor de Baza.

En  La Torre Negra agotaron sus vidas Rasha y Yusuf (María y Capitán Salas), reviviendo momentos emotivos junto a la noria que había visto nacer su amor.

Esta es la leyenda de la Torre Negra, que sin duda tiene mucho de misterio. 

EPÍLOGO

Aún hoy, después de 528 años, se pueden ver las diez marcas sobre la piedra, que representan las diez lunas que los amantes estuvieron separados, y cada noche de luna llena rezuman humedad cada una de ellas, como si quisieran brotar las lágrimas de pena que derramó Rasha. 

Las aguas de la noria, se tornaron oscuras y nunca más han vuelto a ser cristalinas; sin embargo en las noches de luna llena, cuando reciben los rayos dorados, se puede apreciar el reflejo de dos caras difusas, las de los amantes de Torre Negra, sin duda.

La espada del militar sigue oculta en algún lugar a la sombra de la imponente silueta de la Torre Negra y, aunque desde entonces muchos la han buscado, yo ente ellos, nadie la ha podido hallar.

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Formidable la historia que nos narra Alfredo, verdad. Yo cada vez que leo estos renglones, me filmo mas y aún no se como dar las gracias a este buen amigo, el cual me meto de lleno en el papel, quizás algún día me haga famoso y salte a la gran pantalla, ya que la novela no es para menos. 

Hace unos años escribir Testamento de Sangre, libro que os recomiendo a todo el mundo, una novela histórica en el que puedes encontrar un poquito de todo, no os voy a desvelar mucho más, pero invito desde aquí a todo el mundo a que se haga con ese libro y como no, visite nuestro pueblo, que no se arrepentirá, os dejo el enlace del libro.


Bueno amigos, hasta aquí puedo contar, quizás nuestro amigo Alfredo, en su próximo libro me haga el personaje principal o a saber, yo ya nada mas que con esto soy feliz, ya que me comento, que se inspiró en mi, a la hora de crear el personaje de Yusuf, así como mi paso por la ciudad de Villena (Alicante), donde pase ocho formidables años y que tanto hicieron mella en nosotros.

Me gustaría, que todos compartieseis esta bonita historia, para hacerla llegar a todo el mundo, no estaría nada mal, la verdad, así que ya sabéis lo que tenéis que hacer.

En cuanto a nuestro amigo Alfredo, darle las gracias por escribir esta pequeña historia en la cual me hizo ser el protagonista y de la cual estoy orgulloso de serlo y a la vez contento, feliz, pletórico, etc, eres grande Alfredo, eres un máquina, y te mando desde aquí un fuerte abrazo, el cual te daré en breve, mil gracias.

Esta vez no sacamos la moto, aun estamos con el mal tiempo por la zona, pero en breve tendréis noticias nuestras. 

Un saludo amigos.